nº 22/94.- El dulce olor de la tristeza

¿Cómo puede cambiar tanto mi esstado de ánimo en un día?

Por la mañana, saboreando las tostadas, haciendo el equipaje, escribiéndole la carta aquella, sintiendo los pulmones esponjados de ternura.

Y ahora no puedo apreciar el aire tibio de la noche de agosto, ni me dejo embrujar por esa enorme luna. Y cuando paseé por el parque con la perrita, el árbol de flores tan olorosas emanaba el olor dulzón de la tristeza. Todo está barnizado de desilusión.

Él no puede tener ese poder sobre mí. Soy yo, que se lo otorgo.

¿Existe una "cordial indiferencia"? ¿No son opuestas esas dos palabras?, sin embargo así es como siento que me trata.

Fue un error hablarle el dia anterior a mi cumpleaños de cómo me estaba sintiendo, porque cuando e marché me sentía un poco más sola. Luego, cuando me sereno, veo que exagero y dramatizo. Y que el problema no es él, si no yo.

Admito que es verdad que cuando estoy mal siempre me las arreglo para echarle culpas. Tambien es cierta su impotencia, no puede hacer nada; seguramente hasta se sorprende de saberse tan importante. Se le viene encima, y le queda grande. Y tiene razón también en que, probablemente, andaré el resto de mi vida como Rosalía, con la negra sombra.

-Perdona que bromee. (Estás perdonado).

2 comentarios:

humo dijo...

Quien no está enamorado, envidia a quien ama incluso sin esperanza.
Culpar al amado, sin embargo, es un hábito del que una puede prescindir.

betdeivis dijo...

Culpamos al amado... quizá por habernos amado antes, y que luego ya no nos ame. Como si él / ella,
como si el amor fuese algo de la voluntad...

porque no lo es ¿verdad?